Emma Goldman: «La libertad de la mujer será real cuando no existan obstáculos a su libertad reproductiva y sexual»

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Vía Contrainfórmate

 

“La libertad de la mujer debe venir desde y a través de ella misma, rechazando el derecho de cualquiera sobre su cuerpo, rechazando tener hijos al menos que ella los quiera”

 

Emma Goldman (1869-1940), abanderada del ideario libertario, se ocupó con significativa lucidez del problema de la emancipación de la mujer desde un ángulo muy peculiar, signado no sólo por las preocupaciones y objetivos anarquistas sino también por las transformaciones sociales de su época.

 

En este orden de ideas, para buena parte de los teóricos políticos contemporáneos los vínculos dados en el marco del matrimonio y la familia deben quedar fuera del debate público. Mientras algunos justifican tal posición argumentando que la constitución del matrimonio es natural (y por ende no entran a jugar los principios de igualdad y consenso que caracterizan fundamentalmente la plataforma de la teoría política contemporánea), otros sostienen que constituye una esfera de intimidad que ha de ser preservada de la intromisión estatal y de la presión de los objetivos de la sociedad, y poco se adentran en cuestiones de sexualidad (que es la consecuencia teórica de aceptar la separación que hace el Liberalismo clásico entre una esfera social y una privada).

 

Goldman, por el contrario, advierte que tanto la verdadera emancipación de la mujer como el proyecto de sociedad anarquista suponen mucho más que las meras “conquistas de derechos” por las que luchan las feministas provenientes del socialismo y del liberalismo. A diferencia de tales corrientes, el feminismo de Goldman pone su énfasis en la necesidad de transformar el modo en que se dan las relaciones íntimas para que sea posible una verdadera emancipación femenina (pero ello debe ocurrir sin la intromisión del poder del Estado); arremete así contra la institución matrimonial y el tipo de familia nuclear tradicional, y contra la prostitución, la educación y la ignorancia en cuanto a métodos de control de la fertilidad a que es relegada la mujer, arguyendo que todo ello la condena a la opresión y al parasitismo. Es en este marco en que la autora señala y puntualiza la importancia de los derechos reproductivos de la mujer.

 

Emma Goldman se nutrió desde temprana edad de las ideas sobre control de natalidad, y supo ver en la estrecha relación entre el control de la fertilidad femenina, por un lado, y los derechos sobre la propia sexualidad, por otro, la clave para la libertad de la mujer. Es importante notar que, en oposición a las corrientes eugenesistas de control de natalidad, Goldman pugna por el derecho de cada mujer a decidir sobre su propia sexualidad y fertilidad, rechazando vehementemente todo tipo de intromisión estatal que lo regule, y por supuesto, también todo tipo de intromisión por parte de la Iglesia y demás discursos moralizantes.

 

Así es que la libertad femenina tiene diferentes aspectos en el pensamiento de la autora. En primer lugar, se es libre a partir de la lucha conjunta e individual contra las fuerzas opresoras externas, esto es a partir del rechazo de ser “servidora de Dios” (de sus instituciones), del Estado, la sociedad, el marido, la familia, etc.; en segundo lugar, de la opresión interior de los prejuicios, de las creencias y supersticiones religiosas, de la moralidad, del miedo a la condena de la opinión pública; y en tercer lugar, y éste es el aspecto que más nos interesa trabajar, se es libre de cualquiera, si se ejerce el derecho a decidir sobre el propio cuerpo: “Su libertad debe venir desde y a través de ella misma. Primero afirmándose a sí misma como una personalidad y no como una mercancía sexual. Segundo, rechazando el derecho de cualquiera sobre su cuerpo, rechazando tener hijos al menos que ella los quiera”

 

EL DERECHO A SI MISMA

El derecho sobre su propio cuerpo es, en primer término, el derecho a que su sexualidad no sea mercantilizada. La primera forma de atentar contra este derecho es la prostitución. Goldman está pensando en la mujer que se prostituye, tanto a través de lo que lisa y llanamente entendemos por prostitución, como a través del matrimonio:

 

“La única diferencia entre ella (la mujer de la calle) y la mujer casada es que una se ha vendido a sí misma en esclavitud de por vida […] y la otra se vende a sí misma por el largo de tiempo que desee”

 

 

Para la autora ambos tipos son desdeñables y degradantes para la mujer, pues en ningún caso es libre para disponer de su cuerpo. Siendo éste usado como mercancía sexual, pero también con la exclusiva finalidad reproductiva, son dejadas de lado las demás facetas de la vida de la mujer, entre ellas la libre expresión de sí misma a través de su propia sexualidad. “Yo exijo el derecho a vivir para sí misma, a amar a quienes a ella se le plazca, o tantos como a ella se le plazca”, arremetiendo así contra el matrimonio civil. En su ensayo Matrimonio y amor dice que el lema de Dante Alighieri sobre el infierno (“quien entre aquí deja toda esperanza detrás”) es aplicable al matrimonio, que condena a las personas al para sitismo.

 

En este orden de ideas, sostiene que la monogamia es una elección legítima, siempre y cuando sea una decisión libre, pero no cuando se deriva de una norma de conducta impuesta desde un mandato moral, y menos aún desde la fuerza pública (podemos pensar en las normas que regulan, por ejemplo, la obligación conyugal de fidelidad o la penalización del adulterio). Es decir, el derecho a sí misma no puede darse dentro del matrimonio, institución que no hace más que esclavizar a los “cónyuges”, cuyo vínculo está mediado siempre por la violencia del Estado, presente como garante de las obligaciones conyuga- les impuestas.

 

A los ojos de Goldman, la educación que se imparte a las mujeres es hipócrita y obstaculiza su realización. Se les enseña a aparentar, a contener sus emociones y a reprimir sus deseos, impidiendo un vínculo de acercamiento y de proximidad verdadera con el otro sexo (o con el mismo). Y en esto ha jugado un papel determinante la religión cristiana, con su ideal de mujer, la Virgen María, del que se deriva la idea que asocia pureza con castidad.

 

En efecto, al representar a través de este ideal la contradicción de ser virgen y madre simultáneamente, ha tergiversado el significado y las funciones del cuerpo humano, ha condenado a la mujer a la castidad antes del matrimonio, ha forzado a la mujer casada a dar a luz sin importar las condiciones de debilidad física o incapacidad económica para criar una familia numerosa y dar el mínimo elemental cuidado a los hijos; y ha condenado todo tipo de métodos preventivos del embarazo (salvo la abstinencia, por supuesto) y su difusión.

 

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 Las mujeres son mantenidas en la ignorancia respecto del cuidado de sí mismas, privadas de conocer una importante función de su vida. La ignorancia de los métodos anticonceptivos es uno de los más importantes obstáculos a derribar, pero también el desconocimiento de los modos preventivos de la transmisión de enfermedades venéreas y de la salud sexual en general. Es importante aclarar que el objetivo preciso del conocimiento de los métodos anticonceptivos por los que pugna la autora no es otro que la libertad de la mujer, ya que ideológicamente estaba en las antípodas de las posturas eugenesistas10 vigentes en su tiempo, que afirmaban estar basadas en pseudoleyes biológicas de herencia con pretensiones de perfeccionamiento de la especie humana. El control de la natalidad para Goldman es con el objetivo exclusivo de libertad.

 

Por coerción del Estado, hasta las relaciones más íntimas entre los individuos devienen en un asunto en el que la fuerza de las instituciones violenta los vínculos humanos más primarios. Tras la apariencia de no intromisión, el Estado protege a través de las instituciones civiles la constitución de la familia de tipo patriarcal y perpetúa las relaciones de desigualdad y dependencia dentro del vínculo conyugal.

 

En lo que respecta al control de la fertilidad y de la sexualidad, la intromisión del Estado no puede más que negar el derecho de los individuos a decidir; es un intruso que viene a dañar las relaciones más íntimas entre ellos. Los gustos más propios están merced de su tiranía. Goldman hace especial hincapié en ello, debido a la fuerte censura, las duras leyes contra la “obscenidad” y la estricta moralidad puritana que signaron especialmente el tiempo en que ella escribió –la década del ’20 en el nordeste de los Estados Unidos–. La transmisión de enfermedades venéreas y las prácticas abortivas son producto de esta hipócrita moralidad pretendida, hipócrita, justamente porque la prohibición y las restricciones morales recaen más brutalmente en la clase trabajadora: “Naturalmente, sólo los trabajadores se ven afectados: nuestros millonarios tienen sus casas de lujuria y sus sofisticados clubes”. Como vemos, en la autora, la libertad reproductiva y la libertad sexual van de la mano y deben darse simultáneamente.

 

La libertad de la mujer, entonces, sólo es posible a partir de la remoción de los obstáculos a su libertad reproductiva y sexual, que son la educación diferencial impartida a las mujeres respecto de los hombres –que imposibilita un acercamiento verdadero al otro sexo–, los prejuicios y mandatos morales, las instituciones –como el matrimonio– que la esclavizan, las prácticas a las que puede ser arrastrada –como la prostitución– que mercantilizan su cuerpo, y la ignorancia de los métodos de prevención del embarazo y de las distintas formas del cuidado de sí –que impiden que la maternidad sea asumida libremente–. Todo ello porque la mujer enfrenta una doble opresión: la derivada de vivir en una sociedad con Estado, propiedad y religión; y la originada en una moralidad hipócrita que, debido a su capacidad de procrear, le manda a reprimir su propia sexualidad.

 

Por último, la libertad de la mujer es, según Goldman, necesaria para una sociedad libre: “A menos que tengamos una mujer libre, no podemos tener madres libres, y si ellas no son libres, no podemos esperar que la joven generación nos ayude en el logro de nuestro propósito, que es el establecimiento de una sociedad anarquista”

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14 comentarios

  1. Excelente artículo, los felicito. Pocas veces se encuentra lectura interesaste sobre derechos los reproductivos y libertad de las mujeres. Gracias.

  2. Bien Gamba, nunca pensé que leería un artículo tan bueno y bien documentado como éste aquí. Felicidades y a seguir educando así!

  3. Voy a decir algo que no es popular, pero bueno adelante.

    Lo que propone la Sra. Goldman (curioso apellido) no le dará más felicidad a las mujeres en general, pero propuesto en el tiempo si está produciendo la destrucción de la familia.

    Antiguamente las mujeres se quedaban en casa y los hombres iban a trabajar, con su sueldo podían mantener a la familia, los hijos eran más respetuosos y se criaban con valores. Es importante recalcar que el trabajo más duro, ingrato y gratuito se lo llevaba la mujer, las cuales muchas veces eran obligadas a casarse directa o indirectamente (¡vas a quedar de solterona!)

    Los poderosos propusieron que las mujeres debían trabajar para su desarrollo pleno, y de pronto un sueldo no alcanza para vivir y se quiera o no la mujer debe salir a trabajar fuera de casa, lo que NO LE REPORTA una mejora, pues al regresar a casa debe también trabajar, sus hijos estarán expuestos a que extraños los cuiden bien o mal como en un ruleta. Hombres y mujeres harán son enemigos a los cuales hay que vencer para escalar en la pirámide laboral, donde las mentiras, hacerse las víctimas o los malos tratos son la orden del día.

    ¿Es este el paso previo para un mundo mejor, donde podamos aprender y sacar lo mejor de las experiencias pasadas?

    Yo espero que si, pero si no derrotamos al sistema capitalista dará lo mismo todo lo demás, pues los derechos y obligaciones no deben ser exclusivos, sino de todos, de hombres y mujeres juntos luchando por un mundo mejor.

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