El 20 de diciembre de 1907, tan sólo un día antes de la vergonzosa matanza en la Escuela Santa María de Iquique, donde militares Chilenos asesinaron a trabajadores para defender los intereses de los grandes empresarios, El Mercurio, fiel a su estilo, sacó la siguiente editorial, cuestionando las demandas de los obreros movilizados por sus derechos:
“Las condiciones en que se desarrolla el trabajo en faenas las salitreras, colocan al obrero en situación ventajosa respecto de las demás labores de explotación agrícola o industrial del resto del país. En general, puede decirse que la remuneración del trabajador allí es amplia y que ningún gremio recibe mayores compensaciones y tiene más facilidades para la vida y más oportunidad para el ahorro, que el de los peones y jornaleros empleados en la extracción y beneficio del nitrato”.
“El jornal alto, la habitación gratuita, la pulpería a precios equitativos, la alimentación abundante y relativamente más baja que en el sur“, lo que compensaba “sobradamente el esfuerzo del hombre y los rigores del clima y las arideces del territorio. La detención del trabajo en las salitreras perjudica, más que a los capitalistas, a los huelguistas mismos, pero beneficia a los agitadores. Y como lo hemos dicho, no hay causa visible que justifique los acontecimientos…»
Para peor, días después de la masacre, El Mercurio defendió y justificó el sangriento acontecimiento, todo en nombre del «orden público», mismo argumento que utiliza hasta ahora el poder para reprimir los paros y las manifestaciones de los trabajadores.
“Es muy sensible que haya sido preciso recurrir a la fuerza para evitar la perturbación del orden público y restablecer la normalidad, y mucho más todavía que el empleo de esa fuerza haya costado la vida a numerosos individuos… el Ejecutivo no ha podido hacer otra cosa, dentro de sus obligaciones más elementales, que dar instrucciones para que el orden público fuera mantenido a cualquiera costa, a fin de que las vidas y propiedades de los habitantes de Iquique, nacionales y extranjeros, estuvieran perfectamente garantidas. Esto es tan elemental que apenas se comprende que haya gentes que discutan el punto”.