En entrevista para The Clinic, el economista chileno José Gabriel Palma, doctorado en Oxford y profesor en Cambridge, especializado en el estudio de la desigualdad y crecimiento en los países, explicó cómo el capitalismo es un modelo depredador que sólo beneficia a los más ricos, y destacó a Chile como uno de los países con la mayor Desigualdad Social del mundo. Parte del artículo señala:
A pesar de algunos avances en temas como la pobreza, sólo unos pocos países en el sur del África tienen una desigualdad aún más obscena que la nuestra. Según el Banco Mundial, entre los 20 países más desiguales está la mayoría de América Latina (AL), incluido Chile − con Colombia y Brasil peor que nosotros. Mientras en unos países el 10% más rico como grupo incluso se lleva menos que el 40% más pobre (Finlandia), en otros, como en América Latina y Sudáfrica, los ricos tienen el poder para estrujar al 40% más pobre, y llevarse una tajada tres, cuatro y hasta siete veces más grande que la de ellos. Ahí es donde está la diferencia. Lo demás es cuento.
Algo que la ideología neo-liberal nunca va a poder concebir (porque se caería a pedazos) es que el capitalismo nunca ha funcionado porque se generen “oportunidades”, sino por “necesidades”. El gran éxito de crecimiento en el Asia emergente atestigua eso. Todo lo que el capitalismo ha logrado se debe a las necesidades que ha generado, especialmente por las exigencias que impone la competencia. Los mercados han existido por 5 mil años, los competitivos por 300. Esa es la especificad del capitalismo: la competencia crea “compulsiones”, y el que no responde queda fuera del mercado. En un mercado competitivo el que no invierte, no incrementa productividad, absorbe tecnología, innova en productos, atiende bien al cliente, etc. − como el camarón que se duerme − se lo lleva la corriente.
Por eso es que el neo-liberalismo rentista busca desesperadamente crear mercados no-competitivos para las grandes corporaciones, donde puedan disfrutar de todas las ventajas del capitalismo, pero no tener que esforzarse por sus “exigencias”. Éstas quedan sólo para el resto (Pymes, trabajadores, etc.). El motto más apropiado para los grandes rentistas y depredadores en recursos naturales, los parasitarios en pensiones, etc. es “Socialismo para nosotros, capitalismo para los demás”. Quieren generar ganancias astronómicas con un mínimo de inversión y esfuerzo. Y lo han logrado, capturando a los gobiernos y domesticando a la “nueva izquierda”, especialmente cuando los necesitaban para consolidar el modelo.
La herencia demócrata en EE.UU. es transparente: las corporaciones llegaron a tener las tasas de ganancias más altas de la historia, con una inversión privada que apenas cubría los niveles de depreciación. Entre otras cosas, para lograr eso desde la crisis financiera del 2008 se gastó en el mundo más de 40 millones de millones de dólares en fusiones y adquisiciones (M&A); y este año ya es otro récord histórico. Se compra cualquier cosa, y a cualquier precio con tal de no tener que competir. Se ha llegado a niveles tan absurdos de concentración oligopólica (mire lo que acaba de pasar con las líneas aéreas…), que el capitalismo resultante no es sólo altamente desigual sino increíblemente ineficiente. ¿Y el TDLC? Un bulldog sin dientes. Neo-liberalismo es sinónimo de neo-parasitismo…
Una de las cosas que prometía el segundo gobierno de Michelle Bachelet era combatir la desigualdad. ¿Cree que sus políticas fueron efectivas en ese propósito?
Para nada. No dudo de las buenas intenciones, pero les faltó estómago. Negociaron su reforma tributaria, y siguieron la absurda política migratoria que comenzó con Lagos y Eyzaguirre, cuya única finalidad era dejar congelados los salarios bajos. Pero ganó el rentismo neo-liberal, el que se nutre tanto de la apropiación gratuita e ilegítima (incluso dentro de los parámetros de nuestra absurda Constitución) de las rentas de los recursos naturales, de la concentración oligopólica, etc., como de los salarios de hambre que subsidian la ineficiencia productiva. Recordemos que la mitad de nuestros compatriotas ganan menos de 380 mil pesos líquidos al mes − ¡y eso en una economía que se cree (en forma delirante) que está en el umbral del desarrollo! Para que eso continúe se requería rellenar al país de mano de obra barata. El “éxito” de esa política quedó en evidencia en el incremento de la desigualdad que muestra la última Casen.
Pero en eso no somos muy originales; Italia, por ejemplo, como muestra un estudio de la BBC, los agricultores, con su xenofobia desatada, no sólo votan por Salvini y su partido neofascista, sino que a la vez están felices de pagar a los inmigrantes un Euro (menos de 800 pesos) por cada 100 kilos de tomate cosechados. Neofascismo xenofóbico en la cabeza, oscurantismo valórico en el alma, y neoliberalismo desatado en el bolsillo. Un nuevo ménage à trois que se extiende como un huracán por todo el mundo, y que ya llegó a América Latina vía Brasil.
¿Cuál es su análisis del desempeño económico de Chile estos últimos años?
Su desempeño en los últimos 20 años, con gobiernos de las dos partes del duopolio, ha sido nefasto − salvo, por supuesto, desde la perspectiva del mal de muchos, pues en la mayoría de América Latina es aún peor (para qué decir Venezuela). La productividad, por ejemplo, subió apenas 30% en estas dos décadas: un magro 1.3% al año. Mientras, en China se quintuplicó, en India se triplicó, y en la mayoría del resto del Asia emergente se duplicó. Quizás eso tendrá algo que ver con que ellos son los eternos herejes del neo-liberalismo (y, por eso, se los ignora ideológicamente). En términos de cerrar brechas con la frontera productiva (EE.UU.), en lugar de ir hacia adelante, vamos hacia atrás. Y para los que aún piensan desde la perspectiva neoclásica, ya obsoleta, de la “productividad total de factores” el panorama es aún peor.
Finalmente, ¿cuál sería una forma de revertir el panorama general que está viviendo América Latina?
Si tanto les gusta el capitalismo, ¿qué tal, al menos, dejar que sea uno competitivo y eficiente, y no uno al servicio de rentistas y parasitarios? Y uno en el que la distribución del ingreso refleje la contribución real de los distintos agentes − y no el poder de grupos de interés para generar “fallas distributivas”. En el actual, a las grandes corporaciones sólo les interesa lo que se llama “la fruta al alcance de la mano”. Se apropian de las rentas de los recursos naturales que nos pertenecen a todos, de las oligopólicas creadas artificialmente, las del casino financiero (en el que juegan con nuestras pensiones), y de las que emergen de su poder controlador del mercado del trabajo. Y cuando se les comienzan a agotar esas fuentes de ingreso fácil − en lugar de comenzar a diversificar la economía, industrializar el sector exportador, etc. − optan por la fuga masiva de capitales a países vecinos donde aún queda dicha fruta.